CRÍTICA: Diego Braude, Imaginacion Atrapada

"El otro señor G." Hombres como fusibles que sueñan
por Diego Braude jbraude@ciudad.com.ar
Autoría y Dirección: Alfredo Martín
Intérpretes: Luis Aponte, Fernando Bracalenti, Guillermo Martín Giusto, Raymundo Levy, Alfredo Martín, Claudio Rangnau, Silvia Sanchez, Hernán Sebastiani y Pablo Tiscornia.
Vestuario: Ana Crevello Escenografía: Alejandro Alonso Diseño de luces: Magali Acha, Fernando Berreta Música original: Gustavo Twardy Utilería: Ana Crevello Diseño gráfico: Julieta Selem Asistencia de dirección: Pablo Casal, Christian Lange Fotografía: Ezequiel Mazariegos Prensa: Daniel Franco, Paula Simkin.
ElKafka Espacio Teatral, Lambaré 866, Teléfono: 4862-5439
Web: http://elkafkaespacioteatral.blogspot.com/
Entrada: $18,00 / $12,00 - Funciones: Sábados - 23:00 hs - Hasta el 15/12/2007. Vuelve con funciones en el mismo horario el 16/02/08

Goliadkin (producto de la imaginación de Dostoievski allá por la mitad del siglo XIX), es un empleado más dentro de la gigantesca y creciente burocracia rusa. Ha sido ignorado para un ascenso, pero eso no es de extrañarse: es de excederse en la bebida, tiene mal carácter, es medio holgazán y hasta se da el lujo de ciertos momentos de arrogancia. Se inicia la obra, y Goliadkin incurre en su última falta antes de los hechos.
Goliadkin ve conspiraciones; no lo quieren, lo alejan, sobre todo algunos personajes en particular, sobre quienes el deposita un odio que calla hacia fuera. Goliadkin quisiera ser otro, pero es quien es, y no puede con su genio. De esa combinación extraña, pareciera nacer un Otro, otro Goliadkin, uno más educado, inteligente y seductor, sin mencionar, además, más efectivo y trabajador.
Espacios sin fronteras en el espacio escénico, los actores cruzan, trabajando por estaciones. Pero todo lo demás es trabajado de forma realista, y entonces esos saltos vulneran la realidad de esas paredes invisibles que separan. Goliadkin va de su casa pobre, donde maltrata a su criado, a la oficina, donde es ignorado por sus compañeros de trabajo, al bar, donde bebe solo.
La idea del doble aparece en la narrativa occidental en el momento donde el proceso de individuación empieza a acentuarse. La introducción de un igual duplicado contradice esa individuación: no hay irreemplazables, nadie es único; es el reflejo del espejo que decide escapar de él y hacernos frente. En el mundo burocrático, esto se acentúa, y entonces es como si Dostoievski se anticipara al propio Kafka.
El protagonista ve crecer la figura de su Otro. No es la idea de un clon, sino como si un elemento de su yo se hubiera escindido, alejado de él, convirtiéndolo en sombra, y se hubiera aliado con sus enemigos.
Todo en la vida de Goliadkin se va desmoronando. Esencialmente, va desapareciendo. Es el gigante burocrático que se lo traga, lo disuelve, porque sin su puesto, no es nada. Reemplazado, mejorado, ya no hay necesidad para el Goliadkin imperfecto. El origen del personaje Otro, se convierte él mismo en el superfluo, el virtual. ¿Literatura fantástica? ¿mera locura del protagonista?
El tiempo transcurre, se estira, se expande, como una caída en cámara lenta. Es una noche calurosa y los actores lo están sufriendo. Pero, simultáneamente, ese aspecto indeseado apoya la estructura de Dostoievski, que es como el empapelado amarillo del cuarto de hotel de “Barton Fink”, que se desprende como si las paredes sudaran.
La inestabilidad final no es más que la constatación demencial de las sospechas de Goliadkin, o de la restauración del orden de un relato fantástico. El horror de Goliadkin es ser no más que un fusible que si estalla, nadie se entera; es desaparecer, miedo, terror que, casualmente, el mismo alimenta y vuelve real, pero entonces ¿Quién es el que está dentro del espejo y quién afuera?

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