El otro señor G
Los dobles y la sociedad
Un texto de Fiódor Dostoyevski es el punto de partida de la obra de Alfredo Martín
Tomada como punto de partida la novela “El doble” (1846) de Fiódor Dostoyevski (1821-1881), la obra escrita y dirigida por Alfredo Martín El otro señor G, indaga en el apasionante tema de los paralelos, de los espejos, de la identidad.
El trastrocamiento que se produce en la vida de un individuo, cuando deja esa condición de ser único, es tratado de tal forma por Martín que no deja de lado el mostrar a una sociedad negadora e insensible. La verdad, para esa sociedad, pasa por reconocer como cierto al acomodaticio y ventajista, que responde, festeja y cumple todos los canones sociales (con sus lacras incluidas), en vez del que se encuentra insatisfecho y lo expresa. Así uno quedará acreditado como “verdadero”, y el otro se lo condenará –en una hipócrita piedad- al exilio de la locura.
El director con acierto crea un espacio único que contiene tantos mini-espacios como requiera la obra, logrando de esta manera una perfecta ilación que agiliza la trama y sumerge al auditorio en un universos de limites poco establecidos y con permanentes conexiones.
Las actuaciones son buenas, destacándose Pablo Tiscornia (que elude caer en lugares comunes en su progresiva confusión), Fernando Bracalenti (hipócritamente adorable) y Luis Aponte (recurriendo a una simpática picaresca).
Como dije es muy bueno el diseño espacial ideado por Alejandro Alonso.
El vestuario de Ana Crevello, también es muy bueno, porque a la par que ubica temporal y geográficamente a la pieza, muestra –por elección de paletas y texturas- un mundo oscuro, estudiadamente pulcro y correcto; demasiado ocupado en cuidar las formas.
Por momentos son muy bellos los climas creados por el diseño lumínico de Magali Acha y Fernando Berreta.
Los recovecos de la identidad, la sociedad y sus elecciones, en una obra de lograda estética.
Gabriel Peralta
Gabriel Peralta, Critica Teatral