Muchos autores literarios han tratado el tema del “Doble“. En las leyendas nórdica y germánica, ver el propio Doppelgänger es un augurio de muerte (Molina Foix 2007: 12). Un Doppelgänger visto por amigos o parientes de una persona puede a veces traer mala suerte, ser un mal augurio o una indicación de una enfermedad o un problema de salud inminentes. Según escribió el dramaturgo sueco Strindberg, El que ve a su doble es que va a morir (Lecouteux 1999: 8).
Los Doppelgänger del folclore no proyectan sombra y no se reflejan en espejos ni en el agua. Se supone que dan consejo a la persona que imitan, pero este consejo puede ser engañoso o malicioso. En raras ocasiones, también pueden inculcar ideas en la mente de la víctima o aparecerse a amigos y parientes, creando confusión.
En la literatura anterior al romanticismo el tema del Doble aparece prefigurado en el tema del sosias o de los gemelos, utilizado para lograr un efecto cómico en obras como las comedias sobre Anfitrión de Plauto o Molière o La comedia de las equivocaciones de Shakespeare.
El romanticismo se interesa por el fenómeno del Doble como materialización del lado oscuro y misterioso del ser humano (lo que Jung llamará la Sombra). Mario Praz (1988: 427) sugiere que cuando el público llama Frankenstein a la criatura del doctor Frankenstein no está tan equivocado como parece, pues el monstruo es de algún modo un desdoblamiento de su creador. En Los elixires del diablo, de E. T. A. Hoffmann, Medardo, el protagonista, sufre la persecución de un Doble que en ocasiones es corpóreo, pero otras veces parece una parte escindida de la psique del propio Medardo.
Fiodor Dostoyevski indaga en los recovecos de la mente del protagonista de su novela, Yakov Petrovich Goliadkin, para concebir un interesante texto, que se adelanta a su tiempo, proponiendo una mirada profunda sobre el ser y su entorno social.
Yakov decide terminar con su presente anónimo de empleado público de la burocracia rusa. Lo han ignorado en su escalafón, ascendiendo a otra persona en un puesto vacante, situación que precipita su deseo de rebelarse. Pasa a la acción “alterando” su vida abruptamente, intentando realizar lo que hasta ese día era solo un sueño del porvenir.
Se propone ascender en la escala social, intentando abordar a la hija de su jefe y comete un par de imprudencias y escándalos, que lo colocan en una situación ridícula, de desprestigio y reprobación social. Herido en su amor propio, se siente despreciado e intuye una conspiración urdida en su contra por sus superiores y compañeros y en ese momento se le aparece materialmente un doble, “un impostor”. A partir de este hecho insólito, su fantasía crece y se superpone a una realidad que se torna amenazadora. El protagonista intentará acercarse a su duplicado, para aliarse y hacer frente a quienes imagina como sus enemigos, vengándose de ellos; pero en ese intento será traicionado por este mismo personaje/duplicado, quien terminará doblándolo.
La usurpación de su personalidad por parte de ese “otro” terminará alejándolo del mundo social y convirtiéndolo en una “no persona”.
La adaptación teatral de esta novela de Dostoyevski, realizada por Alfredo Martín, quién también dirige la pieza, hace hincapié en la subjetividad y en los aspectos de ambigüedad provocados por aquel doble que ocupará el lugar del protagonista. Es interesante el juego dado entre ficción y realidad. Al mismo tiempo el clima por momentos onírico, que sumerge al espectador en esta mente oprimida por los acontecimientos que intenta evadir .
Se destaca también el desempeño actoral de todo el elenco, que logra sostener una pieza difícil, dando espacio a lo lúdico y a la creación de cada personaje.
Eva Matarazzo, Casting Porteña